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Santa María Magdalena. Óleo sobre Cobre. Escuela Flamenca, S. XVII

Antigua pintura al óleo representando a Santa María Magdalena. Escuela Flamenca del siglo XVII.

2 500,00 €impuestos inc.

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Antigua pintura de Santa María Magdalena, óleo sobre cobre, Escuela Flamenca S. XVII

Esta impactante y bellísima representación de Santa María Magdalena, ejecutada en óleo sobre plancha de cobre por un artista de la Escuela Flamenca del siglo XVII, constituye una auténtica joya del arte sacro barroco. La escena muestra a María en actitud penitente, envuelta únicamente en un manto rojizo que deja al descubierto parte de su anatomía, evocando la leyenda según la cual se retiró a la soledad del desierto para dedicar su vida a la meditación y penitencia. Esta iconografía, cargada de simbolismo, transmite una fuerte carga emocional. La expresión serena y contemplativa de la santa, unida a los cabellos largos que caen sobre sus hombros, refuerzan la idea de introspección y recogimiento.

Santa María Magdalena ha sido una de las figuras más representadas en la historia del arte cristiano. Su relevancia espiritual y simbólica proviene tanto de su cercanía a Jesucristo como de su transformación personal, de pecadora arrepentida a una de las más fervientes seguidoras del Mesías. Según los evangelios, fue testigo de la crucifixión y la primera en ver a Cristo resucitado, un detalle que reforzó su importancia teológica a lo largo de los siglos.

A su alrededor se disponen elementos simbólicos tradicionales, una calavera sobre un libro abierto, emblemas de la vanitas y el conocimiento divino, y un frasco de ungüentos, clara alusión al pasaje bíblico en que María Magdalena unge los pies de Cristo con aceites preciosos. Al fondo, en el paisaje montañoso, aparece la figura de Jesucristo crucificado, integrado sutilmente en la escena y cargado de profundidad espiritual. Todo el conjunto respira equilibrio, dramatismo contenido y un virtuosismo técnico notable, evidente en la calidad del modelado de la piel, la precisión del rostro y los pliegues del manto.

En el arte occidental, a partir del siglo XII, se consolidó su iconografía como ermitaña penitente, inspirada por textos apócrifos y leyendas medievales. Especialmente en el barroco, fue común representarla sola, en actitud de recogimiento, rodeada de símbolos como la calavera, el libro y el frasco de ungüentos. Esta iconografía apelaba tanto al poder del arrepentimiento como a la contemplación mística.

El soporte en cobre, típico de obras flamencas de esta época, favorece un brillo singular y una conservación excelente del pigmento, lo que permite que los colores sigan siendo vibrantes tras siglos de existencia. La elección del cobre como soporte en obras de la Escuela Flamenca no es casual. Su superficie lisa permitía un detalle minucioso, ideal para los artistas del norte de Europa, conocidos por su precisión y maestría técnica. Estas obras eran además muy valoradas por su durabilidad y su brillo característico, y solían formar parte de colecciones religiosas privadas o encargos eclesiásticos.

En el reverso de la plancha se observa el retrato esbozado de un caballero, probablemente un trabajo preliminar reutilizado por el propio pintor. Esta curiosidad añade valor documental e histórico a la pieza, pues refleja la práctica común de reaprovechar materiales entre los artistas barrocos.

La representación de María Magdalena tuvo una especial difusión entre los siglos XVI y XVII, cuando se convirtió en símbolo tanto de la penitencia como del amor místico, una figura de conexión entre lo humano y lo divino. Su imagen no solo era objeto de veneración sino también una poderosa herramienta de comunicación religiosa, capaz de emocionar e inspirar a los fieles.

La obra está enmarcada en una magnífica moldura de madera tallada y dorada en pan de oro, con ornamentación clásica, que potencia aún más su carácter solemne y devocional. La pintura se conserva en buen estado general. Una oportunidad excepcional para adquirir una obra cargada de historia, devoción y maestría pictórica. Esta pintura sería perfecta para reintroducirla en la Iglesia, para usarla en una parroquia, o bien para formar parte de una colección privada de arte sacro de alto nivel.

No dejes pasar la oportunidad de incorporar a tu patrimonio esta pieza única y profundamente inspiradora.

Medidas: 21 x 31,5 cm (8,27 x 12,4 in)

Enmarcado: 31 x 41,5 cm (12,2 x 16,34 in)

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