El trabajo de oficina tiene una larga historia. A la par que ella han ido apareciendo una gran cantidad de utensilios y útiles de trabajo para hacer más efectivas y llevaderas las labores en cualquier despacho o espacio administrativo. Estas herramientas de oficina se han convertido con el tiempo en verda...
El trabajo de oficina tiene una larga historia. A la par que ella han ido apareciendo una gran cantidad de utensilios y útiles de trabajo para hacer más efectivas y llevaderas las labores en cualquier despacho o espacio administrativo. Estas herramientas de oficina se han convertido con el tiempo en verdaderas joyas, dado su refinado diseño y su sofisticado mecanismo. El trabajo de oficina, con punto de partida primigenio en la invención de la imprenta, ha sido fundamental para el progreso de las ciudades, y de eso han sido testigos todos las herramientas que poblaban la mesa de trabajo del oficinista.
Las herramientas y útiles de oficina antiguos se han convertido con el paso del tiempo en auténticas joyas del coleccionismo. La enorme belleza que poseen, unida a su perfecta funcionalidad, las han situado como objetos enormemente apreciados por los amantes del arte y de la belleza estética. Se trata de piezas muy cotizadas, que pueden ser expuestas en tu despacho para el simple placer de su contemplación, y que a la vez pueden ser utilizadas para resolver las operaciones y funciones que exigen los trabajos de oficina. En cualquier caso, poseer una colección de artículos antiguos de oficina es una síntoma inequívoco de buen gusto.
Entre la gran cantidad de antiguedades de oficina que se ofrecen en el mercado, a continuación expondremos las más cotizadas por los coleccionistas, dado su valor estético exterior y su diseño y funcionalidad internos. Son las siguientes:
-Máquinas de escribir antiguas. Sin ninguna duda, las máquinas de escribir antiguas son la verdadera joya de la corona en cualquier colección de herramientas de oficina. Se conservan máquinas en un estado impecable, dispuestas perfectamente para su utilización. Las hay de las marcas más míticas (Olivetti, Underwood, Remington...) y de una larga tradición: desde 1880 hasta los años 50.
-Calculadoras antiguas. Atender el funcionamiento de una máquina de calcular antigua supone un auténtico disfrute para los sentidos. El mecanismo con el que están diseñadas se exhibe de una manera muy sofisticada y majestuosa. Son verdaderas obras de arte de la ingeniería y de ahí su alta cotización para los coleccionistas. Se ofrecen las mejores marcas del mercado, desde el año 1850 al 1970: Triumphator, Lipsia, Brunsviga, Thales...
-Teléfonos antiguos. La telefonía ha mejorado mucho con el tiempo, pero los antiguos teléfonos nos han dejado una verdadera huella por su capacidad tecnológica y su belleza. Los amantes de este tipo de antigüedades podrán añadir a su colección teléfonos de pared, de mesa, de madera, de baquelita, de vela, de góndola, etc.
-Telégrafos antiguos. Mucho antes de la invención del teléfono y de otros sistemas de comunicación más modernos, se utilizaba el telégrafo, creado por Samuel Morse. Los telégrafos son auténticas reliquias, que ahora puedes incorporar a tu estupenda colección.
-Otras antigüedades de oficina. Finalmente, puedes completar tu fantástica colección de antiguedades de oficina recopilando otros utensilios, tales como sellos de caucho y secos, abrecartas, sacabocados, afilalápices, mobiliario, etc.
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Si la invención de la escritura marcó el inicio de la Historia propiamente dicha, la aparición de la máquina de escribir permitió depurar esta técnica hasta límites insospechados. El primer gran ejemplo llegó en torno a 1865 bajo la firma de Rasmus Malling-Hansen. Este prototipo, llamado Malling-Hansen en honor de su inventor, no fue exactamente la primera máquina de este tipo pero sí fue pionera en cuanto a su comercialización. El camino continuó en las décadas siguientes con las aportaciones de Remington o Hammond entre otros, que llevaron las máquinas a altas cotas de popularidad. En las primeras décadas del s. XX, su uso era ya universal gracias a firmas como Smith Premier u Olivetti, llegando entonces los modelos eléctricos desarrollados por la International Business Machines Corporation. En la actualidad, tan fascinante mundo es objeto de deseo de coleccionistas de todo el planeta.
Si la historia general de las maquinas de escribir resulta fascinante, conocer el quién es quién de los fabricantes que las popularizaron es imprescindible para los coleccionistas.
El primer gran criterio para clasificar estas antiguedades es si disponen o no de teclado. En el primer caso, destacan las de índice, que se dividían a su vez en las de formato circular, cuadrangular o lineal, siendo ejemplos muy poco habituales y, por ende, codiciados. Entre las que disponen de teclado, el gran criterio de clasificación pasa por el golpeo de la tecla (inferior, superior, frontal, de roseta...). Por último, la disposición del teclado es otro importante factor para situar las máquinas en una u otra categoría. Y es que, pese a las características comunes, cada modelo histórico cuenta con unas singularidades que lo hacen único y valioso.
Los teléfonos antiguos son piezas de alto valor estético e histórico para los coleccionistas de antigüedades relacionadas con la tecnología de las comunicaciones. Desde que a finales del siglo XIX la invención del teléfono revolucionara la comunicación entre las personas, los modelos han evolucionado a la velocidad de la luz. De los primeros diseños, aparatosos y complicados de manejar, hasta los actuales teléfonos móviles, la evolución de este invento ha sido realmente espectacular.
El primer teléfono conocido se debe al ingenio de un inventor italiano, Antonio Meucci. Aunque durante décadas la invención del teléfono fue atribuida al norteamericano Alexander Graham Bell, con el tiempo se demostró que, en realidad, lo que hizo Bell fue patentar la invención antes que Meucci. Para solventar este error, en el año 2002 el Congreso de los EEUU de Norteamérica aprobó la resolución 269, que devolvía la paternidad del aparato a Meucci (quien le dio el curioso nombre de teletrófono).
Fue en 1854 cuando Antonio Meucci construyó el primer teléfono conocido con la intención de comunicar el piso superior de su vivienda, donde se encontraba su oficina, con el inferior, donde solía estar su mujer. Al carecer de suficientes recursos económicos, Meucci no pudo registrar la patente y terminó siendo adquirida por Alexander Graham Bell. Desafortunadamente, el inventor italiano falleció sin verse reconocido como auténtico “padre” de este aparato: un invento que revolucionó la forma de comunicarse entre las personas, sin el cual no podríamos entender la evolución de nuestra sociedad.
Los teléfonos antiguos se pueden clasificar en distintos tipos, dependiendo sobre todo de su diseño. En realidad, la tecnología que los hace funcionar es básicamente la misma; por esta razón, a la hora de establecer una tipología es necesario hacerlo según sus características estéticas.
A día de hoy, los teléfonos antiguos siguen contando con miles de admiradores que los buscan por tiendas, mercados y páginas web. En muchas ocasiones sus mecanismos pueden ser adaptados a las líneas telefónicas de las viviendas actuales, convirtiéndose no solo en fantásticas antigüedades, sino en aparatos cien por cien funcionales. Su auge supone un auténtico homenaje a uno de los inventos más revolucionarios e importantes de la tecnología de todos los tiempos.
Hoy día nos parece imposible que hubiera un tiempo en el que no existieran medios para comunicarnos en la distancia. Pero lo cierto es que hasta la llegada de los telégrafos antiguos, la única forma de contactar entre las personas y de difundir la información era el correo postal. Por esta razón, la invención del telégrafo se puede considerar una de las más importantes en la Historia de la Humanidad. Gracias a este ingenioso aparato, las noticias empezaron a ser conocidas con rapidez y la forma de entender el mundo jamás volvió a ser la misma. Hoy día, los aficionados a coleccionar antigüedades relacionadas con las comunicaciones otorgan un valor especial a los telégrafos antiguos y sus componentes. Y no es de extrañar: se trata de piezas mecánicas realmente fascinantes, que en muchos casos siguen funcionando y mantienen intacto todo su poder de atracción.
El nombre de “aparatos Morse” se debe al que está considerado el inventor del telégrafo: Samuel F. B. Morse, un artista norteamericano nacido en 1791. Sin embargo, y aunque Morse fue el primero en construir un aparato de telegrafía tal y como hoy lo conocemos, antes se desarrollaron una serie de descubrimientos e invenciones (a cargo de figuras como Francisco Calvá y Campillo o Carl Friedrich Gauss) que condujeron hasta el diseño final. Cuenta la historia que Morse decidió inventar un aparato que pudiese transmitir información de manera rápida, después de enterarse de la muerte de su esposa una semana después de que aconteciera el triste suceso. Además del diseño del aparato, Morse creó el código que lleva su nombre con la ayuda de Henry y Alfred Vail. El inventor construyó el primer telégrafo en 1837, y siete años después se hizo la primera comunicación por este medio. Los telégrafos antiguos fueron el primer paso para la aparición de uno de los inventos más importantes de los últimos siglos: el teléfono.
Existen dos tipos de estaciones telegráficas: las estaciones emisoras y las estaciones receptoras. Las primeras cuentan con llaves, también conocidas como punteros, manipuladores o impulsores, destinadas a transmitir la información en código Morse. Las estaciones receptoras, por su parte, cuentan con impresoras telegráficas que imprimen los signos recibidos en bobinas de papel. Estos signos serán posteriormente descifrados por un operario, que los transformará en palabras, frases y mensajes. Otro elemento importante de la estación receptora es el galvanómetro, una aportación del científico inglés Lord Kelvin gracias al cual se puso en funcionamiento el primer cable telegráfico que conectó Londres con Nueva York, en el año 1866.
Los galvanómetros antiguos, las llaves Morse antiguas y los telégrafos antiguos en general son artículos llenos de magnetismo, con una belleza y un interés que viene dado por su funcionalidad. Hoy día, las estaciones telegráficas antiguas y sus componentes (juntos o por separado) forman parte de las colecciones más importantes. Podemos encontrar magníficas piezas en colecciones particulares, pero también en los museos de la ciencia y la tecnología más importantes del mundo. Su precisión, su intrínseca belleza y el ingenio que despliega su invención las convierten en auténticas joyas, tesoros de un tiempo pasado que coincidió con la llegada de la Modernidad.
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